viernes, 3 de junio de 2011

Federico Cantú - Por Ernesto Lozano parte I-II




Patrimonio de Federico CantúParte I



Ernesto Lozano

http://www.razon.com.mx/spip.php?page=columnista&id_article=78200

Al Dr. Norman Javier Narváez Hospital General de México
Federico Cantú es de los pintores más completos de México y uno de los poseedores de la iconografía más exacta sobre los mitos aztecas, toltecas, zapotecas, mixtecas; similar a la expresada por el maestro Diego Rivera en sus murales, sus lienzos y en sus grabados.
Aún más, es considerado el mejor grabador de México. Le dio identidad al Instituto Mexicano del Seguro Social (IMSS), con las esculturas sobre nuestra Madonna, y es quien nos representa con pintura sacra en el Vaticano durante el siglo XX.


Por cerca de una década (1924-1934) realizó viajes por regiones de Europa y de los Estados Unidos. Exhibió por vez primera en el Exposition Park Museum de Los Ángeles, California, en 1929, y tomó parte en diversas exposiciones colectivas en Nueva York y Filadelfia, donde se presentó su trabajo al lado del de Diego Rivera, Montenegro, Mérida, Rufino Tamayo. Regresó a México en 1934 y formó parte de la llamada Escuela Mexicana de Pintura.
En noviembre de 1938, Cantú se instaló en Nueva York, en el 355 East 50 St., en el Greenwich Village, junto al atelier de su maestro de escultura, José De Creéft. En 1943 ingresó como maestro a la escuela La Esmeralda junto con los más grandes pintores del siglo XX. Dos años después empezó a trabajar la punta seca con Carlos Alvarado Lang. Ese mismo año viajó a los Estados Unidos para impartir clases en la Universidad de California.
El contenido histórico y religioso de su trabajo fue desarrollado a través de una técnica de dibujo de excelente calidad que surgió tras su transitar en la Grande Chaumière y la Acadèmie Colarossi en la década que pasara en París. La mayoría de la obra del atelier de Montparnasse en la nación parisina fue destruida en la Segunda Guerra Mundial.



Fue hasta la década de los años 40 cuando inició su carrera como muralista. Diez años después se dedicó a la pintura mural. En 1960 empezó a producir relieves y escultura emblemática a petición del Instituto Mexicano del Seguro Social.
Creó su último monumento en 1988, a la memoria de Alfonso Reyes. Cantú transitó paralelamente junto con los más grandes críticos y poetas de la época: Renato Leduc, Luis Cardoza y Aragón, André Breton, Antonin Artaud, MacKinley Helm, José Moreno Villa, Alí Chumacero y, por supuesto, Alfonso Reyes, quien expresó del pintor: “surgió hijo de sí mismo, su obra aviva el afán prehispánico, la flora, la fauna, el paisaje y la simbología mitológica y religiosa. Pero sobre todo recrea el universo cultural que cultivó a lo largo de su vida”.
Existen muchas leyendas en torno al maestro Cantú. Una refiere al muchacho que siguió la escuela de Barbizon en Coyoacán con Alfredo Ramos Martínez. Otra alude al muchacho achichincle del maestro Diego Rivera, que muele colores de varios pigmentos, para los frescos de la Secretaría de Educación Pública. Una más refiere el transitar de un joven pintor que durante una década convive en Montparnasse con Breton, Artaud, Foujita, Zadkine De Créeft, Picasso, Miro, Man Ray, Gala, Vrieshka, Kiki de Montparnasse.
Hablamos sobre un Cantú que se integró a la Escuela Mexicana de Pintura y que expuso en el MOMA en la Tate Gallery, uno de los artistas fundadores de la Perls Gallery y que fue visitado por Rockefeller. Un Federico Cantú que fincó su grandeza en monumentos, universidades y edificios públicos, sacros y privados por toda nuestra nación.
La Razón conversó en exclusiva con Adolfo Cantú, albacea de la obra de Federico, quien fuera su abuelo.
¿Cómo se logra recuperar la obra del maestro Federico Cantú? Al fallecer el maestro queda como albacea de la obra su hermano, pero las cosas se fueron complicando... Al morir mi abuelo, el último domingo de enero de 1989, el albacea no hace la denuncia testamentaria que incluía la fortuna de Federico que ganó gracias a su producción artística, al saber esto, nos centramos en salvar su riqueza artística. Si el dinero se tenía que perder que se perdiera, pero era necesario poner a salvo la obra, pues no existían inventarios. Pedí asesoría y recurrí al despacho Goodrich Riquelme, sin tener idea de cuánto podía costar una sucesión testamentaria, más cuando se trata de obras de arte. Éramos siete familias interviniendo por quedarse con la obra, El proceso duró aproximadamente cinco años, tiempo durante el cual nos vimos imposibilitados de promover la obra del artista.
¿Qué sucedió durante ese tiempo? Decidimos sacar un primer libro sobre la obra de Federico Cantú, financiado por BANPAÍS y firmado por CONACULTA como investigación. Hasta ese momento no existía libro alguno a la venta. Mi abuelo atesoraba todo lo que producía, él imprimía sus grabados y era lo que vendía. Los óleos los acumulaba como loco, a tal grado que el inventario superó las 15 mil piezas en pintura, escultura y proyecto mural al momento de su muerte. Federico Cantú trabajó todas las técnicas: dibujo, cafeína, carbón, todo lo imaginable en un artista. Él nunca se separó de su colección de tintas de París.
¿Qué obras importantes y en qué lugares podemos encontrar parte de la producción del maestro Cantú? En 1957 (año en que muere Diego Rivera), mi abuelo recibe el encargo de hacer en la universidad de UIC un mural sacro, justo después de terminar el mural Los informantes de Sahagún en la Pinacoteca Virreyna. En el Museo Regional de Morelia ya contaba con Los Cuatro Jinetes del Apocalipsis. En 1958, durante el 150 aniversario de nuestra Independencia, creó La unidad Independencia, por aquel tiempo le encargaron todo lo que tiene que ver con el IMSS: La tira de la peregrinación azteca en el Centro Médico Siglo XXI, Enseñanzas del cura Hidalgo en Guanajuato, y todas la madonnas de esa institución, La Purísima en la Universidad de Nuevo León.
¿Cómo fue de significativo el paso de Federico por París y esa relación especial que siempre sostuvo con Francia? De 1924 a 1934 convivió con todos los grandes de Montparnasse. En el mismo edificio donde él vivía estaban Man Ray, Joan Miró, Tsuguharu Foujita, amigo de Diego y novio en ese entonces de Kiki de Montparnasse. Todos allegados a Modigliani, Joaquín Peinado, Picasso, Ginés Parra, Julio González, Bretón, Eluard, Ernest Hemingway, Lino Espilimbergo y los cubanos Wilfredo Lam, Mario Carreño y Carmelo González —quien después expone en México entre los años 34 y 36 en la Galería de Inés Amor, hoy Galería de Arte Mexicano, la más representativa galería de México—. En México, Cantú recibió al “poeta maldito”, Antonin Artaud y trajo al nuevo grupo de franceses para realizar aquí la primera exposición surrealista.
Hasta aquí la primera parte de dos de esta columna sobre el gran artista mexicano de quien la crítica Raquel Tibol dijo, “Cantú es el gran olvidado”.

Federico Cantú1907-1989 Pintor, grabador, escultor 
Estudios: arte en las Escuelas de Pintura al Aire con Ramos Martínez 
Parte de su legado: Enseñanzas de Quetzalcóatl Enseñanzas del cura Hidalgo Tira de la peregrinación azteca Cristo muerto Cuatro jinetes del Apocalipsis El triunfo de la muerte Zapata, Tierra y Libertad Leda y el cisne Monumento a Alfonso Reyes





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De Federico Cantú hay tanto que escribir y que decir; pues fue un pintor , grabador , ilustrador, escultor , orfebre y decorador que practico el arte religioso y profano siempre a la altura de las mas nobles circunstancias con un exquisito sincretismo pagano y modernista de fino humor.





Federico Cantú 1907-1989
Mixta sobre tela
Desnudo del Acueducto 1984
Colección F Cantú F



Zedillo y Fox desdeñaron arte de Cantú
Parte II



A todas las amistades que me facilitan una franca recuperación
Federico Cantú se levantaba con una taza de café y se forjaba sus propios tabacos mientras platicaba cada día, tenía colecciones de pipas, era una constante fumar mientras trabajaba, cuando recibía visitas, entonces grababa, no dejaba de grabar mientras conversaba. Federico siempre comía a la 1:15 de la tarde, como un reloj, después de comer tomaba una siesta de veinte minutos y seguía trabajando, en alguno de los cuatro caballetes con obras disímiles, mientras las dejaba secar, a las 8 de la tarde era su momento para cenar, después leía convulsivamente. La música no paraba de reproducirse en su casa; era un leit motiv sentirse envuelto por esas piezas barrocas que tanto disfrutaba.
Federico Cantú (Cadereyta de Jiménez, Nuevo León, 1907 – 1989, ciudad de México), contaba que inició su carrera mural en los pizarrones de la escuela viviendo en San Antonio, Texas. Fue un artista pleno, que utilizó todas las técnicas posibles, desde la sanguina, la tinta, el carbón, la acuarela, el óleo, la escultura, el grabado, la punta seca, el buril y el temple. Era un gran admirador de los clásicos, por lo que en su momento pintó con la técnica del temple utilizando pigmentos y huevo. Cantú también era fiel seguidor de la música barroca, sus autores preferidos eran Georg Friedrich Händel y Johann Sebastian Bach, de ellos pintó obras como el Oratorio de Navidad, Susana y los Viejos, El Mesías, Quinteto, Orfeo, El Retorno de Ulises, Apolo y Dafne, entre otras.






En 1986, la exhibición homenaje, Federico Cantú. Ciclos y Reencuentros fue presentada en el Palacio de Bellas Artes.
Sus obras pueden visitarse actualmente en la Ciudad de México en la Colección BANAMEX, en la Colección ING, en el Museo de Arte Moderno (MAM), en el Museo Blaisten, en las colecciones Cantú y de Teresa, F. Cantú Fabila, en Nuevo León en el Mune, en el Museo de Linares, en el Museo de Historia, la Pinacoteca y la Universidad de Nuevo León.

Continuamos conversando en exclusiva para La Razón, con Adolfo Cantú, nieto del maestro Federico Cantú y albacea de su obra.





¿Qué pasa con determinados grandes artistas que están olvidados en México? Ha pasado con varios grandes artistas en México, aparte de mi abuelo ha sucedido con Roberto Montenegro a quien en este año se le hace un homenaje, le ganó una beca a Diego Rivera, y nunca lo perdonaron, lo de Montenegro fue de principio a fin de su vida que estuvo marginado, mi abuelo supo convivir con la “mafia” cultural de ese momento, se llevaba bien con Diego, no era esclavo de Diego en el sentido de decir “si el maestro tiene los valores, hay que asumirlos”, Diego Rivera en actitud de choteo le llamaba a Federico Cantú el Picasso de los pobres, los dos venían a la par, los mismos precios de Diego eran los de mi abuelo, ambos estuvieron a partir de 1939 en las tres grandes escuelas del siglo XX, la Escuela de París (1924-1934), la Escuela de Nueva York ( 1937-1942) y la Escuela Mexicana de Pintura, a la que perteneció durante toda su vida. Federico vivía perfectamente en esos tiempos en Nueva York, expuso en las dos más importantes galerías, la Perls Gallery y Macy´s Gallery, en el MOMA y en el Philadelphia Museum, al igual que el pintor Mario Carreño, quien también desde ahí era ampliamente reconocido. Al instalarse la Escuela de Nueva York, los que no se naturalicen “gringos” comienzan a ser excluidos y “van patrás”, aunque Federico había crecido en su infancia durante la Revolución en San Antonio, dijo, lo peor que puedo hacer es ser “gringo”.
¿Es por eso que Federico se regresa a México? Así es, Federico se regresa de nuevo a México trayéndose consigo a un notable coleccionista que es el encargado de llevar las obras a todos los museos de los Estados Unidos, el Dr. Mackinley Helm, que es el primer especialista en arte mexicano. El Dr. decide financiarle dos proyectos a Cantú, uno para San Miguel de Allende y el otro para Los Angeles, siempre ellos llevaron una muy buena amistad.
¿Cómo entra tu abuelo a las grandes colecciones que se estaban formando en México? Licio Lagos fue uno de los importantes coleccionistas en México, su colección se dividió al final, una parte la integran la Colección Banamex y, la otra, la Colección ING, (que antes fuera América-BANAMEX). Gracias a la gestión del Dr. Mackinley, las obras de Cantú integran ambas colecciones. Él también hizo llegar a los museos de los Estados Unidos, no sólo trabajos de mi abuelo, también de Carlos Mérida, Zúñiga, Tamayo, Guerrero Galván, Meza, María Izquierdo, Juan Soriano, Leonora Carrington, Montenegro, El Corcito y Ortiz Monasterio entre otros, todo esto junto con Inés Amor de la Galería de Arte Mexicano. Por eso Federico Cantú aparece en todas las colecciones de arte antiguo.
¿Por qué las nuevas generaciones desconocen la obra de Cantú y de otros grandes de la plástica de esos tiempos? Porque todos ellos ya han muerto. La idea y todas las conexiones se perdieron, los únicos que sobrevivieron fueron los longevos. Tamayo sobrevivió y llevaba una dinámica más adelante al igual que Luis Nishizawa, que es de la época, y aún lo tenemos entre nosotros. Las nuevas generaciones no tienen idea también por la falta de difusión de las autoridades, por eso y porque mi abuelo, que atesoraba todo, hizo tres publicaciones que nunca las comercializó. Por otro lado, los libros de arte en México no se reeditan, se convierten en grabados raros.
¿Qué ha pasado con la obra mural privada que realizó tu abuelo? Para mala fortuna en la años en que gobernaba Ernesto Zedillo, éste decide comprar la casa del Chato Noriega en la que había unos murales de Federico, a su esposa no le gustaron esos murales y el ex presidente decide deshacerse de ellos, entramos en esos tiempos a una administración que no le interesó la obra de Cantú. También sucedió con la casa de Benito Coquet, quien es el hacedor del IMSS, en cuanto a su acervo pictórico y escultórico, los herederos de Coquet deciden también prescindir de dos batallas en mural (La Caída de Troya y La Batalla de Tenochtitlan) que se encontraban en esa casa, ambas de la autoría de mi abuelo. En esa ocasión interviene el INBA y se logra que las compre Natividad González a nombre del Estado de Nuevo León, una se va a la Pinacoteca y la otra al Museo de Historia, además de una tercera pieza que se la queda el Museo Fundidora. La cuarta obra mural de esta casa necesitaba un desprendimiento, un strappo, para sacarla completa de ahí, pero el INBA y la directora de CONACULTA en ese momento, Sari Bermúdez, se cruzan de brazos y mejor permiten derrumbar la casa perdiéndose esa cuarta obra mural (El Quinteto de Ángeles Músicos). En el sexenio del presidente Vicente Fox, me acerqué al Secretario de Educación para corregirles la ausencia en la guía sobre murales que estaban preparando, de la obra Los Informantes de Sahagún, que está en la Pinacoteca Virreynal, y claro que se habían olvidado, pues el mural lo tienen cubierto por un plástico. Está en el Centro de Arte Alameda y como tenían que hacer proyecciones en la institución, pues lo tapan y las realizan sobre el mural de Cantú. En el gobierno de Canales Clarión en Nuevo León, abandonan el mural El Flechador del Sol, al no darle el mantenimiento que necesitaba y se pierde al permitirse su derrumbe. Fueron gobiernos muy crueles con el arte.

¿Qué acervo dejó el maestro Federico Cantú? De caballete y escultura hay aproximadamente 300 temas, algunas veces manipulaba las fundiciones agregando y suprimiendo, logrando variantes sobre el mismo tema, en el caso de los grabados también, son unas 200 placas, las manipulaba como cuatro veces, hay placas que están muy retocadas, el grabado de La Última Cena tiene cinco versiones diferentes, todas realizadas sobre la misma placa a lo largo de 30 o 40 años. Él hacía eso: evolucionaba, al cambiar de pincel, cambias de trazo, de buril. Otro ejemplo es La Mona Casandra, que era como su Gioconda, su Mona Lisa, hay alrededor de 25 versiones diferentes de esa obra. Tenemos identificables unos 2,000 óleos, dibujos son muchos, de la época de París hay unos seiscientos trabajos, proyectos a su muerte tenemos la Iglesia de la Universidad Intercontinental (UIC), ahí están el Vía Crucis, cada pasaje tenía un proyecto y a veces hasta dos, al igual que la sección de los 14 proyectos de vitrales. Encontramos unas ilustraciones para la edición de un libro de Renato Leduc, y en cuanto a las Madonnas del IMSS, hay unas 60 piezas grandes, sin contar con las obras en museos y galerías de los Estados Unidos.





Federico Cantú murió el último domingo del mes de enero de 1989 en la ciudad de México. Sus restos reposan al pie de una de sus obra maestras Dios padre y crucifixión, en la capilla de la Universidad Intercontinental en la ciudad de México.

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1 comentario:

Tresdelamañana dijo...
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